“(….)Las vidas están cansadas del producir abundoso
y el río corre en huida de tu castigo ardoroso.
Mayoral rojo, verano, el de los hornos ardientes,
no te sorbas la frescura de las frutas y las fuentes…(….)”
Gabriela Mistral
La muestra Bañista de Magdalena Contreras Mekis, sucesora a la exposición Balada de invierno –instancia en que la artista abordó la época más fría del año–, es un nuevo ensayo en torno a las estaciones, y que presenta una interpretación algo decadente y desbordada del verano.
A partir del video «Bañista» (2020) con el que Magdalena pusiera un acento apocalíptico en torno a unas vacaciones en Brasil –las cuales coincidieron con el comienzo del Covid-19 y un ambiente de letargo e incipiente caos–, es que se dio inicio a un ejercicio de desconfianza en el entorno, uno en el que los elementos son actores siniestros de lo oculto: olas que inundan, luz que encandila, arenas que observan y árboles que susurran planes secretos de los que nunca se tendrá conocimiento.
Esta vez, helado Centella, gaviotas, mangueras y un grupo de niñas iraníes –en un contexto anterior a la Revolución Islámica de 1978 y como una cita de solidaridad– son los cómplices de una escena veraniega incierta, y conforman tanto el imaginario personal de la artista, como el de toda una generación que creció usando bloqueador Rayito de sol y siendo testigo de los rituales veraniegos de amigas, hermanas y madres.
A partir de lo afectivo y la ironía como recursos, la obra de Magdalena explora este nuevo tópico mediante un ejercicio pictórico sensible a su propia subjetividad, al mismo tiempo apelando a la literalidad de los referentes. Ahora, revisitados desde una paleta de colores primarios que se va ensuciando poco a poco, los elementos se ven paulatinamente enrarecidos, dotando al ambiente de una nota existencialista y una mesurada decadencia que pretende forzar al espectador a la desconfianza.
Bañista nos propone un verano algo absurdo, cuáles escenarios inacabados nos invitan a especular sobre posibles sucesos en condiciones acuáticas y calurosas. Y quizás en un intento algo exagerado, insista en cuestionar la que globalmente debiese ser “la mejor estación del año”, y sobre la que cree que vale la pena dudar.